El fiscal ve delito en el accidente que dejó ciego a un becario del Instituto de la Grasa
La ex directora del Instituto de la Grasa y otros tres trabajadores del mismo centro se enfrentan hoy a penas de hasta dos años de cárcel por su presunta responsabilidad en el accidente que, en junio de 2001, dejó ciego a un becario del centro, al que durante una mudanza le estalló en las manos un bote que contenía una sustancia indeterminada. El fiscal acusa a la ex directora y al ex gerente del centro, a una auxiliar y a un conserje, que era delegado de Riesgos Laborales, de presuntos delitos contra los derechos de los trabajadores y lesiones.
El juicio está previsto que concluya hoy en el Juzgado de lo Penal número 8 de Sevilla, ante el que se llevará a cabo la prueba pericial con la comparecencia de dos técnicos, uno de ellos del Servicio de Prevención de Riesgos Laborales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), del que depende el Instituto de la Grasa, que han aportado a la causa un duro informe sobre las medidas de seguridad en dicho centro de trabajo, según recoge Efe.
El accidente ocurrió en la sede del Instituto en Sevilla el 6 de junio de 2001, cuando el becario J.M.S.D., que había terminado la carrera unos años antes, participaba en una mudanza de laboratorios y transportó un bote con una sustancia que no ha sido identificada, pero que, debido al movimiento, le estalló en las manos y le causó una ceguera irreversible.
La víctima retiró en su momento las acciones penales contra los inculpados, tras recibir una indemnización de 720.000 euros, pero la Fiscalía se ha mantenido en el proceso al advertir la posible concurrencia de una conducta punible en los responsables del Instituto de la Grasa.
Según se puso de manifiesto en las dos primeras jornadas del juicio, el traslado de los recipientes con sustancias peligrosas fue realizado por dos becarios porque previamente se había negado a hacerlo el personal de mantenimiento, que sí hizo la mudanza de los muebles.
Tras el accidente, según afirmaron varios testigos, la jefa del laboratorio donde se produjo la explosión llegó a decir: «Eso lo hacen mis niños».
La entonces directora del Instituto, A.H., manifestó en su declaración ante la juez que los dos becarios, al ser bioquímicos de profesión y uno de ellos doctor, deberían estar al tanto de las medidas de precaución para manipular sustancias peligrosas, algo que se va aprendiendo en la universidad y en el trabajo diario.
Por su parte, el becario afectado dijo a la juez que hizo el traslado porque le pareció que esa era su misión, «que estaba allí para todo y que todo era una ocasión para aprender».
Según el lesionado, él y otro becario trasladaron primero los aparatos y las muestras biológicas con las que estaban trabajando, y luego empezaron a trasladar hasta una caseta unos botes viejos y sin etiquetar que quedaban almacenados en una estantería. Los becarios disolvieron algunos de los productos con agua y los trasladaron a dicha caseta, donde J.M.S.D. se dio cuenta de que el contenido de un bote quemaba y echaba burbujas. Cuando intentó ver su contenido le explotó en la cara.
El segundo becario acudía todos los días al Instituto de la Grasa sin ninguna vinculación laboral o académica, ya que su beca había terminado seis meses antes, según se afirmó en la vista.
Una nueva auditoría realizada en 2005 volvió a denunciar que en todos los laboratorios del centro seguía habiendo botes sin etiquetar, según dijo a la juez F.G.M., jefe de uno de los laboratorios.
Otras noticias anteriores respecto a este caso aquí y aquí. En el primero de los artículos puede leerse que «los residuos líquidos se eliminaban mediante la apertura de botellas en la azotea del edifico para que se evaporaran, mientras que la eliminación de los residuos sólidos se producía mediante su quema en el campo en la localidad de Bellavista».
Recordemos además el caso del biólogo que llevó a los tribunales a la Universidad de Santiago tras una caída cuando ya había acabado su beca.
A mí el caso del Instituto de la Grasa me suena extremadamente familiar. Durante la realización de mi tesis me vi obligado a hacer unas cuantas barbaridades que no voy a citar, en general motivadas por la falta de medios, y a las que no te podías negar por miedo a que te dieran boleto. Además un becario recién salido de la Facultad tiene a menudo entre 23 y 25 años, edad a la que por sí se es poco prudente (no debería ser así un investigador) y es cierto que dentro tienes ese sentimiento como dijo el pobre becario afectado: "estaba allí para todo y que todo era una ocasión para aprender".
Es sin embargo cierto que la prevención de riesgos laborales se toma cada vez más en serio. En cualquier caso, es otro aspecto en el que estamos a años luz de otros países. Aquí sigue dominando el "total, si nunca pasa nada...".
1 comentario:
Es la norma. En una inspección de seguridad e higiene en mi antiguo laboratorio le comenté a la inspectora que teníamos frascos en una balda abierta con ácidos, bases, sales de todo tipo y algunos sin etiquetar. La inspectora se alarmó mucho y yo, iluso, me pensaba que pondrían por fin una campana extractora, una ducha de ojos y un extintor (que tampoco había). Pues no. Al cabo de uno o dos meses, vinieron los de sanidad y montaron una manta ignífuga de emergencia en la pared. Genial.
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