miércoles, 12 de diciembre de 2007

Fábulas celulares (y III): "El Lute, circula o revienta".

Intentando arrancaros una sonrisa, aquí va el último capítulo:


EL LUTE, CIRCULA O REVIENTA

De largos bigotes y bajo una capa verde, dos Linfocitos Civiles arrastraban a Eleuterio Sánchez hacia el Bazo.
Eleuterio era ya conocido en todo el Cuerpo, y su sobrenombre de El Lute se ligaba inseparablemente al inconformismo con el orden establecido.
Tenía un color rojo mate, de ese rojo que sólo da la vida dura y rastrera del Eritrocito. Su membrana estaba seca y ajada por el malvivir día a día, sin saber siquiera si mañana seguirás vivo. Y en su mirada ya no había odio, como la primera vez que lo vi en el Bazo, siendo una inexperta Neurona, la primera vez que el Sistema Inmune lo detuvo.
Por aquél entonces nada se podía hacer por un alma perdida como él. Su sentencia estaba marcada desde el momento mismo en que se dictó la orden de su busca y captura, vivo o lisado, a lo largo de todo el Cuerpo. El Lute había decidido abandonar el trabajo que la Diosa Biología le había asignado para echarse al músculo, convirtiéndolo junto con un reducto de desheredados en el bastión de la lucha obrera. Se le unieron células llegadas desde los más diversos lugares: Hepatocitos hartos de su inhumano trabajo, Plaquetas, Miocardiocitos fibrosos como remeros de galeras y hasta un Cono idealista y romántico.
Durante largo tiempo fueron el quebradero de cabeza del SNC, que veía como las Células trabajadoras seguían con pasión las andanzas del adalid de la libertad. El primer paso del SNC, temiendo un levantamiento popular, fue el de censurar todas las noticias sobre el caso. Pero resultó peor el remedio que la enfermedad, porque la transmisión oral sólo conseguiría agigantar sus hechos: El Lute mataba un Macrófago en el Psoas, y cuando la noticia llegaba al Carpo habían sido quince los desgraciados.
Así, la banda del Lute vivía de asaltar cargamentos de glúcidos en el torrente sanguíneo o de algún golpe en el tejido graso sin dormir dos noches en el mismo lugar.
Hasta que, en una batida sin precedentes en la que participaron millares de Leucocitos, El Lute fue capturado. Tras un juicio sumarísimo se le castigó a la máxima pena y se le envió al Bazo en espera del cumplimiento de la sentencia. Fue allí, en el corredor de la lisis, donde me fue permitido visitarle gracias a mis conexiones en el Hipotálamo. Yo me encontraba haciendo mi tesis doctoral en Psicología y era esta una magnífica oportunidad. Conocer a un criminal sin escrúpulos, un asesino múltiple de compleja personalidad me permitiría redondear mi estudio del subconsciente celular.
Sin embargo, conocerle derrumbó todos mis conocimientos y, lo que tuvo mayor importancia, mi fe en el sistema. ¿Criminal sin escrúpulos? Era lo que las noticias oficialistas nos queráin hacer creer. ¿Compleja personalidad? En mi vida hallé un ser más sencillo.
Sí, recuerdo como si fuera ayer aquella primera vez. El temor recorría toda mi red de colágeno. Según me acercaba a su celda, lo primero que vi fueron su espalda apollada en los barrotes de conjuntivo, plagada de cicatrices. Y cuando por fin vi su rostro, sentí encontrarme ante el mismísimo Pascual Duarte. La ira encendía en mayor intensidad su rojo natural y vacilé al acercarme cuando dirigió su mirada hacia mí.
-¡Qué tenemos aquí! ¿Me vas a ajusticiar a besos, monada?-me espetó con un saracasmo impropio de un condenado a lisis.
-Aquí se queda, la estaré vigilando -me susurró en Linfocito que me había conducido hasta mi renacer.
-Sí, gracias -y, dirigiéndome al Lute- Buenos días, soy Clara María de San Martín, y me gustaría hacerle unas preguntas, si no tiene Usted inconveniente.
-¡Oooh! -fingió- ¿Y por qué tendría que contestarte, pijita?
-No está Usted obligado, por supuesto, pero sería para mí de gran ayuda si lo hiciera.
-¿Y cuáles son esas preguntas?
-Me gustaría para empezar conocer someramente el desarollo de su vida.
-¿Somequé? ¿Y para que quiere conocer mi vida una niña mona como tú?
-Bueno, dígame si desea cooperar conmigo o no, porque estaríamos perdiendo nuestro tiempo...
-¿De qué tiempo me hablas, niña? ¿Del que me queda para morir? ¿Y qué me importa a mí perderlo?
Me quedé sin palabras, al darme cuenta de la suma de estupideces que había dicho hasta el momento.
-Perdón...-llegué a decir- Yo...
-Mira niña, dame un pitillo y te cuento mi vida en verso, si quieres.
-Yo... no llevo... No fumo...
-Me parece que la que no cospera ahora eres tú, chiquilla- y me sonrió, por primera vez desde que llegué.

Poco a poco, día tras día, fue perdiendo el recelo, y yo escuchaba. Me relató el infame trato que reciben los Eritrocitos, condenados a trabajar hasta el mismo día de su muerte para que células como yo tengan todo el oxígeno que nos venga en gana, o de los Trombocitos que deben pagar con su vida las imprudencias del Cuerpo. Me habló del trabajo de los Hepatocitos en condiciones infracelulares, en medio de reacciones bioquímicas insufribles. De los Miocitos, sin los mínimos derechos al descanso, día y noche ocupados en su brutal labor de contracción. Y así me historió sus recorridos Cuerpo arriba y abajo, en fuga de los Leucocitos, fieles matones al servicio del SNC, en los que conoció a las más diversas células, que al reconocerlo lo escondían sin temer por su infausta vida, a cambio simplemente de escuchar sus penas, ejerciendo de improvisado confesor.
-He escuchao historias que, de no salir de una pobre anciana o de células que rompían a llorar, la hubiese creido sacadas de libros de terror. Vivimos bajo la tiranía de los poderosos. Pero algún día el poder cambiará de manos, y ese día se intaurará la ditadura del proletariao.

El tiempo que pasaba se restaba raudo del que quedaba para el cumplimiento de la condena. Mas un día que llegué como tantos otros para entrevistar al Lute me dijeron que no podía verlo. Le grité al celador:
-¿Cómo no? ¡Sabe Usted perfectamente que tengo permiso explícito de...!
-El Lute se ha fugado -me interrumpió.
Una ambigua sensación me recorrió. Mi educación me empujaba a sentir repulsión ante la fuga de un criminal... pero la alegría me embargó. Por supuesto, de membrana para dentro.
La noticia se extendió más rápida que la transmisión nerviosa. La circulación se detuvo, y miles de Glóbulos Rojos se abrazaban alborozados. El Cuerpo, que empezó a sentir la anoxia, mandó los Macrófagos antidisturbios y los vasos se convirtieron en un Mayo del 69. Los Fibrocitos levantaban barricadas, mientras los Hematíes lanzaban sus átomos de hierro. Un Linfocito que con un megáfono llamaba a la disolución de la manfestación recibió un bolazo de zinc en todo el núcleo y cayó sin vida. Del mismo modo, murieron centenares de células.
Las consecuencias duraron largo tiempo. Inmunodepresión, acidosis, trombos fibrinosos de los que aún hoy puedes encontrar restos, ... Fueron años penosos, de durísima repesión. Y de búsqueda del Lute.

Ahora es conducido a una ejecución segura. Este es el cuerpo de un animal, y sabido es que un animal no tropieza dos veces en la misma piedra. El juicio será obviado, probablemente. De hecho, es por todos conocido que el pelotón de lisis aguarda desde que llegaron los primeros rumores sobre la captura del Lute.
El bando que se ha podido leer desde los disturbios pegados en los vasos sanguíneos y linfáticos, en las asas intestinales y hasta en el último tejido era claro: cualquier indicio que llevase a la captura de Eleutrio Sánchez, alias Lute, sería recompensado con 50 moléculas de ATP. Y el mismo Lute en elemento forme, o cualquier parte vital que se reconociese como suya, se pagaría en 20 gramos de glucosa. El Cuerpo sabía que en época tan difícil semejante recompensa vencería al mayor de los espíritus revolucionarios.
Por aquellos días yo era consciente al fin, gracias a Eleuterio, de cómo funcionaba todo. Y de que yo era parte de ese Sistema. Empecé a hacer preguntas, a sugerir menos mano dura y más mano izquierda, y ese fue el principio de mi fin. Neurona que piensa por sí misma es Neurona acabada. Tan sólo mis altas conexiones me salvaron de algo peor que el ser expulsada del Sistema Nervioso. En mi casa supuso una desgracia. Aun creo ver a mi madre sollozando mientras mi padre gritaba por los pasillos: “¡Si le hubiese dado cuando se lo merecía...! ¡Pero tú, claro, déjala, que sólo es una Neuronita! ¡Ahora ya ves, la deshonra de la familia San Martín...!”
Dejé mi hogar, donde fui educada con la rigurosidad más estricta, para ser una gran Neurona, como mi madre, y la madre de mi madre. “Quién sabe, pero probablemente llegue a Neurona Motora Superior...”, alardeaba mi madre en los pasillos de los Nervios. Y lo dejé con las manos vacías, pero con el conocimiento pleno.
Ejercí de abogado laboralista durante un tiempo. El SNC no se había olvidado de mí, y cada cierto tiempo encontraba mi despacho revuelto, e incluso recibí anónimos amenazadores que me instaban a abandonar mis actividades.
Sí, sin duda fueron malos tiempos...
Apenas algúna nueva aventura del Lute me hacía sonreir. En la cola de racionamiento de glucógeno en el Hígado se escuchaba en susurros: “el Lute lisó una patrulla de Linfocitos T helper en el Plexo Braquial...” o “el Lute ha asaltado una placa de Peyer en el Colon Transverso...” Y la noticia corría como la adrenalina.

Y el final llegó.
Una Célula de la Glía antigua conocida mía, y que nunca comulgó con el régimen, me lo contó:
-Todavía no es oficial, pero han cogido al Lute.
El alma me cayó a la membrana. Siempre supe que aquel momento llegaría, pero eso no impidió que rompiese a llorar. Sabedora de que no llegaría a ser juzgado, corrí hacia el Bazo, rogando al Subconsciente que el rumor se quedase en nada. La presencia de centenares de Macrófagos acordonando los vasos esplénicos, sin embargo, me lo confirmaron.
Esperé largo tiempo. Llegaron más células, y cuando la noticia se hizo oficial, la multitud se agolpó contra el cordón de Leucocitos. Al fin, a lo lejos, se vio una gran número de Linfocitos Civiles.
Lo vi pasar por delante mío. Dios Santo… no parecía aquel que, con mirada enardecida, me relataba las desgracias de otras Células, mientra gesticulaba vehementemente. Al que hubiese visto por primera vez al Lute aquella vez hubiese creido ver a un simple robaperas, y no al enemigo público número uno...
No me atreví a llamarlo, pero quizá mi propia ansiedad fue bastante para que se girase, me mirase por última vez, me dijese “Me voy, niña” y sonriese levemente.

Detrás entraron los otros: el Tempranillo, Paco el del Molino, el Cucaracha...
Me gustaría relataros que tras el escarnio público del Lute y sus secuaces el cuerpo entero se lazó contra el SNC, que se impuso la dictadura del proletariado tan ansiada por Eleuterio. Pero las cosas siguen igual. El Sistema consigue que cada individuo tenga suficiente con sobrevivir hasta mañana, de tal modo que nadie piense más de la cuenta.
Como hiciera Eleuterio Sánchez, el Lute.
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Por Syngamus.

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