miércoles, 29 de junio de 2011

Ponga un predador en su vida (o no).

Leo un interesante artículo de revisión que básicamente le da vueltas a la idea de que si los roedores actúan como reservorio de un buen número de enfermedades que afectan a las personas (zoonosis), los predadores, que se alimentan de aquellos, indirectamente protegen la salud humana. Los autores plantean la pelea por la presa entre el predador y el patógeno como un tipo de predación intragremial asimétrica.
El sentido común rápidamente nos lleva a la idea general de que los predadores tienden a predar sobre individuos deteriorados por la enfermedad, eliminándolos del ecosistema e impidiendo que el patógeno prospere. Sin embargo, teóricamente, la presencia de predadores es buena independientemente de que el predador tienda a alimentarse de individuos infectados o sanos. Si se alimenta de infectados, es obvio que la proporción de infectados/susceptibles disminuye. Pero si se alimenta de individuos sanos (por ejemplo, los sanos se mueven más y son mas fácilmente detectables para una rapaz), hacemos que el tamaño total de la población de presas disminuya (pues los sanos contribuyen mucho más a la reproducción), con lo que el patógeno tiene dificultades para encontrar reservorios.
Sin embargo, un predador no siempre es beneficioso per se en este sentido. En algunos sistemas, los predadores están especializados en ciertas presas, provocando dramáticas fluctuaciones en las poblaciones de éstas (los autores presentan como ejemplo al armiño y ciertos roedores). Serían los predadores generalistas (p. ej. zorros) o muy móviles (p. ej. cernícalos) los que tienden a mantener poblaciones estables y poco abundantes de roedores, y serían así mejores protectores de la salud humana (y de la de otros animales, apunto yo).

Cernícalo vulgar (Falco tinnunculus)

Por otra parte, no obstante, no siempre la abundancia alta de un roedor resultar perjudicial para las personas. Esto es típico en enfermedades transmitidas por vectores. Por ejemplo, en las epidemias de peste bubónica (transmitida por pulgas) se tendía a acabar con las ratas, lo que hacía que las pulgas buscasen otro hospedador (las personas), con resultados no deseados. Tampoco lo es cuando se produce un "boom" poblacional de un roedor, momento en el cual la mayoría de los individuos son jóvenes y no han tenido contacto con el patógeno, con lo cual la prevalencia de éste se diluye en la población.
Todo lo dicho contiene muchos matices que no mencionaremos en esta reseña. Recomiendo la lectura completa del artículo, escrito de manera clara:
RS Ostfeld, RD Holt (2004) Are predators good for your health? Evaluating evidence for top-down regulation of zoonotic disease reservoirs. Frontiers in Ecology and the Environment 2: 13-20.

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