lunes, 27 de octubre de 2008

Lobo con Piel de Cordero


Cierto día, el Lobo con Piel de Cordero se acerca a ti amistoso, como es él, y te propone participar en determinado proyecto. Se muestra entusiasta, te convence. Las posibilidades son enormes; los objetivos, ambiciosos; el fin, nobilísimo. Una vez embarcado en el proyecto, el Lobo con Piel de Cordero siempre te recibe con una sonrisa. Se alegra por tus primeros logros. Tus problemas son los suyos. Después del duro trabajo compartís unas cañas. Llegas a creer que sois amigos.

Llegado cierto momento, suceden cosas de difícil explicación. El Lobo con Piel de Cordero acude a una importante reunión a la que tú deberías haber asistido, pero no te avisa de la misma. Más tarde, se muestra sorprendido, dolido, casi desolado. El creía que te avisarían los otros. Poco a poco suceden mas hechos paranormales (en sentido estricto: “que parecen normales”). Son minúsculos, indetectables, inapreciables a simple vista. Es mas, parecen malentendidos. Poco a poco te das cuenta de que el Lobo con Piel de Cordero siempre aparece como nexo común entre ellos. Te extrañas: no es el modo de actuar de un Cordero.

Y un día crees apreciar un colmillo reluciente cuando, como siempre, te recibe con una amplia sonrisa. Poco a poco descubres otros detalles asomando bajo la blanca lana del Cordero: un pelo gris aquí, una garra acá. Se adjudica competencias que no tiene. Toma decisiones sin consultarte. Se cuelga medallas que, si a ti te importasen, te corresponderían. Ideas cierta actuación: el día que se presenta en público, el Lobo con Piel de Cordero ni te nombra.

El Lobo con Piel de Cordero tiene algo también de Perro del Hortelano (que no come, ni deja comer). Cuando quieres hacer un trabajo trata de impedirlo, aduciendo peregrinas razones. Quizá ni él mismo sepa por qué le incomoda tu trabajo. El Lobo con Piel de Cordero convierte en auténtica Ciencia a la psicología. Sus razones son incomprensibles; su modo de actuar, inexplicable.

El Lobo con Piel de Cordero no hace mobbing. No se dirige a ti con desprecio, no te escribe emails amenazadores. El Lobo con Piel de Cordero es mucho más sutil. Así que no puedes comentar tus inquietudes con compañeros o colegas: te tomarían por paranoico o envidioso. Además, el Lobo con Piel de Cordero sabe venderse, y tiene amigos influyentes. No ganarías nada enfrentándote a él.

Un día dado vas de frente y hablas con el Lobo con Piel de Cordero: lo niega todo. Malentendidos, sin duda: “aquello tiene explicación; de aquello otro yo no estaba enterado”. Las lágrimas pugnan por saltar de sus ojos. Consigue que te retires pensando que podrías estar equivocado.

Llega el día en que, definitivamente, ya no albergas dudas sobre la lupina identidad que se esconde bajo la lana. Pese a que no le devuelves la sonrisa cuando os veis, pese a que rechazas sus invitaciones a cañas, el Lobo con Piel de Cordero sigue actuando como si pertenecieseis al mismo rebaño y como si funcionase el principio de que lo que es bueno para ti, es bueno para él.

Por suerte, el tiempo pone, aunque sea un poco, a cada uno en su sitio, y ya no eres el único que le ha visto las orejas al Lobo. Aunque el gran público siga viendo al Cordero, ya no estás solo frente al Lobo.

Llega el día en que tu trabajo llega a su fin. Cuando creías que tu capacidad de asombro había llegado a su límite, El Lobo con Piel de Cordero te invita a seguir en el proyecto: hay nuevas expectativas, mucho todavía por hacer. Devolviéndole su misma sonrisa iscariótica, declinas su invitación.

Y cuando han pasado agradables meses desde la última vez que tuviste que cruzar una palabra con el Lobo con Piel de Cordero, recibes desde la distancia un email. Te pide que le envíes un documento, y aprovecha para interesarte por ti y por desear que pronto toméis una caña juntos. Casi al mismo tiempo, un ex-compañero te envía otro email que, por error, el Lobo con Piel de Cordero ha reenviado a quien no debía, donde se refiere a ti en términos no tan amistosos como en el emial que recibiste tú.

Y ese día explotas.




(El dibujo superior está sacado de aquí).

5 comentarios:

Anónimo dijo...

...perdona el apunte pesimista...el mundo está lleno de hijos de puta y el tiempo no los pone en su sitio, si acaso, los pone bien alto que es donde ellos han querido llegar siempre a costa de dar por culo al personal...

después de mucho tiempo dándole vueltas a algunas de las ideas de comentas estoy convencida de que las cosas funcionan así....

lo importante, supongo, es no salpicarse de su mierda,...

mv

Syngamus dijo...

No creas MV, tuve una experiencia muy desagradable recién empezada la tesis con cierta persona. Tuve paciencia, no busqué la confrontación y sí, el timpo puso a cada uno en su sitio.

Mireia dijo...

Conozco a un par así. Lo importante es no hacer como algunos, que se cruzan con un par que les hace eso y llevan a cabo la metamorfosis (cordero/lobo).
Esperemos que sí los ponga en su sitio a todos.

Anónimo dijo...

los he reconocido...se quien son, Dios nos guarde de la bestia...

Burnout dijo...

Lamentablemente el tiempo los pone en su sitio, no en el que el animo de hacer justicia nos gustaría, estos "lobos con piel de corderos" son abrigados por los rebaños complacientes a medio camino entre la amistad "a la fuerza" y "el miedo" a ser presas de estos lobos, que muchas veces, no van en caza solos, sino en manada...

Por ello no coincido en el final feliz, de justicia que suponemos erróneamente dar por final feliz

Estos lobos, ganan más veces de las que son apresados, devoran al leñador, se meriendan a la abuelita, y no soltare las obscenidades que llevan a cabo con caperucita roja por decoro, en fin...

Con rabia, con frustración de uno que ha enfrentado a una manada de estos lobos, que en grupo son feroces y uno a uno son miedosos coyotes amparados por un sistema que prefiere mirar a otro lado en lugar de poner las cosas en su sitio.

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