jueves, 18 de diciembre de 2008

Leyendas rurales

-"Lo sé de buena tinta: el Icona suelta cada año 50 millones de topillos"
...
-"El Icona suelta meloncillos todos los años".
...
-"Yo no lo he visto, pero un amigo mío sí: vio cómo soltaban culebras desde helicópteros, metidas dentro de tubos".
...
-"[Ellos] están soltando ratas".
...

Cualquiera que haya trabajado en contacto con cazadores, agricultores o gente del mundo rural en general, habrá escuchado sentencias como éstas, da igual si en Galicia, en Valencia o en Extremadura. En concreto, la de los 50 millones de topillos me la han soltado en Andalucía y en alguna comunidad del norte de la península que ahora no recuerdo. 50 millones, justos.

La última, la de las ratas, me la dijo un paisano en Mallorca hace unos días.


¿De dónde surgen estas leyendas rurales? Tengo algunas suposiciones, pero en general es difícilmente explicable. Quizá, las explosiones demográficas de topillos o ratas no tienen otra explicación para gente llana que la de que "los hayan soltado". Esto, junto al hecho de que, en efecto, algunos animales silvestres recuperados en centros de rehabilitación de fauna son liberados de nuevo a su medio, lo cual puede haber sido presenciado o visto en prensa (véase la foto superior), crea el caldo de cultivo para otras leyendas como la de los meloncillos. Sin embargo, lo de las culebras en tubos desde helicópteros, es asombroso... Y, desde luego, el que me lo contó no lo vio personalmente, pero conoció a uno que sí, que lo había presenciado. Y fue el Icona.
(Foto tomada de aquí).

jueves, 20 de noviembre de 2008

Un añico

Tal día como hoy, hace un año, motivado por Ecléctico y desde Polonia, creaba yo este blog y colgaba la primera entrada. No vamos a caer en tópicos tales cómo "quién iba a decir que duraría un año...", pero sí quiero agradecer vuestra presencia a los que me leéis habitualmente, que empezáis a ser unos cuantos. Es gracioso, porque descubro gente que me conoce y lee este blog regularmente, pero no sabe que soy yo :-D

Como datos curiosos, y según Google Analytics, he recibido 18190 visitas en este periodo (parecen muchas, pero es una minucia comparado con la mayoría de los blogs). Hay que decir que unas 8000 de ellas se dirigieron a dos entradas que se menearon lo suyo (ésta y ésta otra). A parte de ellas, las más visitadas han sido:

-Una de siameses bengalíes sumatranos, 598 (básicamente por gente que buscaba en Google fotos de hermanos siameses).
-Una de fototrampeo, 310 (también fue meneada, pero con menor éxito).

Garcilla bueyera, antiparasitario natural. En algunos pueblos de Cádiz la llaman "garrapatosa", lo cual es mucho más gráfico. Esplugabous en mallorquín.
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Terminaré este post con una de deformación profesional. El otro día blogger me pidió introducir una palabrita de ésas para verificar que eres un ser humano y no un robot. Yo, como si jugase al Intelect (Scrabble que le dicen los jóvenes), di mi propia solución:

Próximamente explicaremos el origen de Syngamus, que por cierto es un nematode.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

De biólogos, guantes y enfermedades

Nota introductoria: esta entrada está dedicada a mis amigos biólogos, que son muchos, y que sé que se lo tomarán con deportividad.


¿Es usted de los que ve los documentales de la 2 por interés y no por conciliar un sueñecito (al menos habitualmente)? Si suele pasarse por este blog, es posible que sí. Recientemente daron uno que trataba de las peripecias de un guepardo huérfano. Dicho guepardo fue herido por otros machos, y tuvieron (?) que realizarle varias curas. Acudió un veterinario. Les diré un truco para saber quién, de la media docena de personas que manejaba el animal, era el veterinario (el fonendo también daba alguna pista): el veterinario era el único que llevaba guantes.
(Más tarde dos de estos biólogos se encontraban con otro guepardo que mostraba un comportamiento extraño: no huía ante su presencia, lo cual es insólito en guepardos. Por supuesto, ¿qué intentaron estos dos locos?: cogerlo con las manos, como si fuera un lindo gatito. ¿Qué paso? Que se llevaron varios arañazos, y uno de ellos un serio bocado en una mano. ¿Por qué se comportaba el animal de manera extraña? Pues porque tenía la rabia, según comprobaron más tarde. Podrían haber muerto pero tuvieron mucha suerte. Si no, hubiesen sido merecedores del premio Darwin).


Volviendo al tema de los guantes. ¿Quieren más pruebas? Aquí van algunas. Adivinen quién es el biólogo y quién el veterinario en las siguientes fotos:

(He procurado mantener el anonimato de los retratados, aunque ellos seguro que se reconocen ;-) )


La cuestión puede parecer baladí, pero no lo es. El biólogo suele escudarse en la incomodidad, la falta de tiempo, o hacer alarde de ignorancia y hacerse el duro: "a mí no me hacen falta guantes, qué coño". Quizá a ti no, pero el que está estresado al máximo y puede sufrir una inmunodepresión y contagiarse no eres tú, sino el animal. Ha sido capturado en una jaula o en una red o como sea, se ve rodeado de humanos que lo manipulan y le inyectan un anestésico, etc. etc. Y además, si ha caido en una trampa con un cebo, quizá sea por que anda hambriento, y puede que sea debido a alguna enfermedad.

Además no es del todo cierto que a la persona que manipula en animal no le pueda suceder nada: tenemos el ejemplo del guepardo rabioso de encima. Vale, en España no tenemos rabia, pero esta bonita foto de abajo muestra a un biólogo con un zorro moribundo en brazos. Moribundo de tuberculosis (en ese momento no se sabía, claro está, pero precisamente por eso...).


Y recordemos que un biólogo es bastante probable que sea el primero en encontrar y manipular un ave enferma o muerta por gripe aviaria o West Nile (que también puede transmitirse sin mosquitos), por poner un ejemplo.


Tenemos un tercer factor a tener en cuenta: la contaminación de muestras. Posiblemente, si estás capturando animales, tienes la idea de tomar unas muestras para potenciales estudios sanitarios. Si no te pones unos guantes, es probable que seas culpable del delito de contaminación cruzada.

Evitando contaminación cruzada en la toma de muestras



Y en situaciones de cautividad, tenemos un cuarto factor. Si trabajas en un zoo o en un centro de rehabilitación, puedes actuar de vector de una agente patógeno si no te pones guantes (también mascarilla, etc.) entre animal y animal, o si no te los cambias. ¡Son baratos!

El desprecio de los biólogos y miembros de otros gremios (un colega me comentó que sus compañeros ingenieros forestales se quejaban de que los animales silvestres sólo tenían enfermedades desde que llegó él) por las enfermedades (no sólo en lo referente a lo tratado aquí, sino también como factor fundamental que influye en las poblaciones animales silvestres) será merecedor de otra entrada.

Nota al pie: desde luego, también existen veterinarios que desprecian el uso de guantes. Una vez me contaron que cierto catedrático de la Universidad de León te ponía mejor nota si hacías la palpación rectal a la vaca sin guante... Supongo que si cogías la brucelosis te ponía matrícula de honor... Estos tienen más delito porque no pueden escudarse en la ignorancia.

jueves, 30 de octubre de 2008

Así contesta un veterinario de fauna silvestre

Hecho verídico. Cenando ayer en el aeropuerto de Alicante:

-... Pues yo he tenido unos casos de sarna en conejo de monte.

-¡¡¡Joder, vaya suerte!!!

lunes, 27 de octubre de 2008

Lobo con Piel de Cordero


Cierto día, el Lobo con Piel de Cordero se acerca a ti amistoso, como es él, y te propone participar en determinado proyecto. Se muestra entusiasta, te convence. Las posibilidades son enormes; los objetivos, ambiciosos; el fin, nobilísimo. Una vez embarcado en el proyecto, el Lobo con Piel de Cordero siempre te recibe con una sonrisa. Se alegra por tus primeros logros. Tus problemas son los suyos. Después del duro trabajo compartís unas cañas. Llegas a creer que sois amigos.

Llegado cierto momento, suceden cosas de difícil explicación. El Lobo con Piel de Cordero acude a una importante reunión a la que tú deberías haber asistido, pero no te avisa de la misma. Más tarde, se muestra sorprendido, dolido, casi desolado. El creía que te avisarían los otros. Poco a poco suceden mas hechos paranormales (en sentido estricto: “que parecen normales”). Son minúsculos, indetectables, inapreciables a simple vista. Es mas, parecen malentendidos. Poco a poco te das cuenta de que el Lobo con Piel de Cordero siempre aparece como nexo común entre ellos. Te extrañas: no es el modo de actuar de un Cordero.

Y un día crees apreciar un colmillo reluciente cuando, como siempre, te recibe con una amplia sonrisa. Poco a poco descubres otros detalles asomando bajo la blanca lana del Cordero: un pelo gris aquí, una garra acá. Se adjudica competencias que no tiene. Toma decisiones sin consultarte. Se cuelga medallas que, si a ti te importasen, te corresponderían. Ideas cierta actuación: el día que se presenta en público, el Lobo con Piel de Cordero ni te nombra.

El Lobo con Piel de Cordero tiene algo también de Perro del Hortelano (que no come, ni deja comer). Cuando quieres hacer un trabajo trata de impedirlo, aduciendo peregrinas razones. Quizá ni él mismo sepa por qué le incomoda tu trabajo. El Lobo con Piel de Cordero convierte en auténtica Ciencia a la psicología. Sus razones son incomprensibles; su modo de actuar, inexplicable.

El Lobo con Piel de Cordero no hace mobbing. No se dirige a ti con desprecio, no te escribe emails amenazadores. El Lobo con Piel de Cordero es mucho más sutil. Así que no puedes comentar tus inquietudes con compañeros o colegas: te tomarían por paranoico o envidioso. Además, el Lobo con Piel de Cordero sabe venderse, y tiene amigos influyentes. No ganarías nada enfrentándote a él.

Un día dado vas de frente y hablas con el Lobo con Piel de Cordero: lo niega todo. Malentendidos, sin duda: “aquello tiene explicación; de aquello otro yo no estaba enterado”. Las lágrimas pugnan por saltar de sus ojos. Consigue que te retires pensando que podrías estar equivocado.

Llega el día en que, definitivamente, ya no albergas dudas sobre la lupina identidad que se esconde bajo la lana. Pese a que no le devuelves la sonrisa cuando os veis, pese a que rechazas sus invitaciones a cañas, el Lobo con Piel de Cordero sigue actuando como si pertenecieseis al mismo rebaño y como si funcionase el principio de que lo que es bueno para ti, es bueno para él.

Por suerte, el tiempo pone, aunque sea un poco, a cada uno en su sitio, y ya no eres el único que le ha visto las orejas al Lobo. Aunque el gran público siga viendo al Cordero, ya no estás solo frente al Lobo.

Llega el día en que tu trabajo llega a su fin. Cuando creías que tu capacidad de asombro había llegado a su límite, El Lobo con Piel de Cordero te invita a seguir en el proyecto: hay nuevas expectativas, mucho todavía por hacer. Devolviéndole su misma sonrisa iscariótica, declinas su invitación.

Y cuando han pasado agradables meses desde la última vez que tuviste que cruzar una palabra con el Lobo con Piel de Cordero, recibes desde la distancia un email. Te pide que le envíes un documento, y aprovecha para interesarte por ti y por desear que pronto toméis una caña juntos. Casi al mismo tiempo, un ex-compañero te envía otro email que, por error, el Lobo con Piel de Cordero ha reenviado a quien no debía, donde se refiere a ti en términos no tan amistosos como en el emial que recibiste tú.

Y ese día explotas.




(El dibujo superior está sacado de aquí).

martes, 14 de octubre de 2008

8º Congreso de la EWDA

Del 2 al 5 de octubre se celebró en Croacia la... La EWDA es la sección europea de la WDA
Que es la sociedad americana para el estudio de las enfermedades de fauna silvestre.
El congreso, que se celebra cada dos años, tuvo lugar esta vez en el pueblo de Rovinj. Este fue el principal problema, que llegar a dicho pueblo nos costó a los congresistas zeus y ayuda. Todos tuvimos que perder dos días (uno de ida y otro de vuelta) para poder asistir, coger varios aviones, dormir en aeropuertos y/o alquilar coches en Italia, algo inaudito en la Europa de las comunicaciones. Como si el congreso hubiera sido en Antananaribo.
Por lo demás el pueblo era precioso, y sólo lo ocupábamos jubilados alemanes y nosostros:

En este congreso nos reencontramos cada 2 años los pocos especialistas europeos del tema. En total participaron 220 investigadores y gestores (cifra récord. Cuentan los ancianos del lugar que al primer congreso en París asistieron una docena). También participaron algunos colegas norteamericanos, australianos y un venezolano que pasaba por ahí (un saludo!):


Aunque parezcan simpáticos, no os confiéis: les encantan las vísceras y la sangre coagulada.

Como en cualquier otro congreso, se presentaron comunicaciones en forma de poster (n=101)...
(no es que no los lea nadie; es que la foto está tomada durante una charla)

... o en forma de comunicación oral:

(os evito fotos de casquería)

En general he de decir que, en contraposición con otros congresos donde la gente presenta lo que sea y con poco ánimo, las charlas fueron francamente interesantes. Los temas estrellas fueron los relativos a las enfermedades zoonóticas, esto es, las compartidas entre animales y seres humanos, y las compartidas por animales silvestres y domésticos, o por los tres grupos. Como ejemplo, la tuberculosis bovina y otras mycobacteriosis, el West Nile o la lengua azul, entre otras.
Desde mi punto de vista, poca investigación dirigida a la conservación de las propias especies silvestres, pero es que es difícil conseguir financiación para esto.
A parte de ello, se presentaron trabajos de toda índole: parasitología, toxicología, patología, epidemiología... y sobre toda clase de animales, desde aves a mamíferos o anfibios (lo que menos), y dentro de cada grupo la diversidad absoluta: ungulados, carnívoros, roedores, paseriformes alimentados en jardines británicos, palomas, cetáceos... ¡de todo!
Los títulos de todas las comunicaciones se pueden consultar aquí. Cuando cuelguen los resúmenes en internet daré aviso.
Las conclusiones: en primer lugar, que la visión de la prensa no se corresponde con la de los especialistas, como se pudo ver con la poca atención prestada a la gripe aviaria. Otras enfermedades de la fauna silvestre suponen un riesgo mucho mayor para la salud humana pero la prensa no les presta la misma atención sensacionalista.
En segundo lugar, que los veterinarios de fauna silvestre no sabemos vendernos. En nuestras manos están las enfermedades que potencialmente se pueden convertir en epidemia o pandemia. Somos la primera línea, por usar un término un tanto bélico. Muchísimas enfermedades infecciosas que afectan al ser humano, incluidas algunas como el SIDA o la peste, tuvieron, están teniendo o tendrán origen y/o reservorio en animales silvestres (evidentemente no es su culpa; nosotros invadimos su territorio y en el pecado tenemos nuestra penitencia). Sin embargo, nuestro gremio como tal no recibe el reconocimiento adecuado. No queremos melladas, pero sí financiación para prevenir, que siempre es mejor que curar, ¿no?

domingo, 12 de octubre de 2008

"Tú no vienes a cazar osos..."

Lunes pasado, medio dormido en el avión, leo el diario italiano La Reppublica y me encuentro con esta noticia:
Básicamente, un cazador había matado a un buscador de setas. Lo que me llena de asombro es la explicación del cazador: "había disparado el gatillo en dirección al follaje creyendo que lo que movía las hojas era un animal silvestre".
En otras palabras, que le daba igual el animal que fuese. Que a lo que se mueve se le dispara.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Robo de bolígrafos: una aproximación científica

Para acabar la semana con humor, cuelgo un trabajo de investigación que realicé en el IREC mientras hacía la tesis. Los datos son reales: el estudio se realizó tal cual se cuenta.

SHORT COMMUNICATION
Supervivencia de bolígrafos en el despacho de un centro de investigación en España

Autor: Syngamus

INTRODUCCIÓN
La desaparición de bolígrafos y otros bienes fungibles o consumibles en centros de trabajo o investigación privados y públicos es un fenómeno bien conocido pero sobre el cual no se ha hecho, según creemos, ningún estudio científico en España (Norte de África) ni en Portugal.
El autor, durante sus cuatro años de elaboración de tesis doctoral, sufrió variopintos incidentes en sus carnes, pero quizá frente a ninguno de ellos se haya sentido tan impotente como con la sistemática desaparición de bolígrafos, lapiceros, rotuladores y otras máquinas de escribir de su cubilete para almacenar dicho material. Muchos de ellos, marcados con su nombre por precaución, han aparecido en las más diversas localizaciones, como otros despachos, laboratorios y sala de necropsias (unpublished data), e incluso existe la sospecha de que más de uno haya acabado entre el mondongo de algún jabalí (pers. obs.).
Es por ello que el autor se decidió a conocer, aplicando para ello el método científico empírico cartesiano, las tasas reales y causas de desaparición de los bolígrafos de su cubilete.

MATERIAL Y MÉTODOS
La zona de estudio se limitó a la sección de Patología del edificio del IREC. La falta de confianza para pasearse por otros despachos impidió ampliar la zona a la totalidad del centro.
Catorce Bolígrafos (Bolis hereafter) Bic Cristal © de color azul (Fig. 1) se situaron en un cubilete negro de base cuadrada de 8 x 4 x 4 cm.
Fig 1. Boli BIC Cristal (escribe normal) como los empleados en el presente estudio

Dichos Bolis se numeraron en su base con rotulador indeleble (que desapareció a su vez al poco tiempo) y fueron colocando de tal manera que, cuando fue posible, siempre permanecieron tres de los mismos en el cubilete. Dicho cubilete se mantuvo centrado y en posición evidente sobre la mesa del autor durante todo el estudio. Cuando un Boli desaparecía, éste era buscado cuanto antes por la zona de estudio. Cuando la predación no fue observada directamente, se asignó la autoría del hurto o predación al dueño de la mesa en la cual apareció el Boli. Se utilizó el método de Kaplan-Meyer para estudiar la probabilidad de supervivencia de los Bolis y las diferencias en función de la causa de desaparición con el paquete de Statistica y el mío propio.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
La supervivencia de los Bolis fue de 12.4 ± 8.1 días (Fig. 2). No existen trabajos con los que comparar, aunque desde luego al autor le resulta corta de cojones.

Fig 2. Probabilidad de supervivencia de un Boli en el IREC.

En cuanto a la causas de predación, nuestros resultados confirman al compañero de tesis del autor (Sus murcianus) como principal predador de Bolis (ver Fig.3), si bien es cierto que el hecho de compartir despacho con el autor y estar más próximo al cubilete sesgará los resultados.

Fig. 3. Predadores de bolígrafos confirmados.



Para nuestra sorpresa, el Lucentinum sp., una especie que ha colonizado la zona recientemente, se ha revelado como un importante predador de Bolis. Por el contrario, los resultados muestran que el director de la tesis del autor (Macrocephalus donostiarris) no roba tantos Bolis como los otros becarios creían (yo no pensaba así, por supuesto). Este fue el único caso de predación observado por el autor directamente. También ha resultado sorpresivo el hecho de que la posdoc Sabelototum germanicum, una mujer de origen alemán, pueblo educado donde los haya, también cayese en esta práctica.
Sin embargo, creemos que el resultado más relevante es el hecho de que un 43% de los Bolis no hayan aparecido en el entorno de Patología, lo que indica la actuación de predadores dispersantes, bien del departamento de Genética, bien del de Ecología, bien en jóvenes machos en prácticas, que merodean y acechan a la búsqueda del jugoso material fungible.
No se hallaron diferencias en la supervivencia en función de la causa de desaparición, lo de lo que se infiere que son todos igual de chorizos.
Más investigación se revela necesaria para conocer otros chorizos de Bolis, así como la causa de desaparición de otro material, como por ejemplo el de necropsias. Se está contemplando para ello bien colocar Bolis con cepo amortiguado, cámara trampa, o bien su marcaje radiactivo.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

"Zoología Cinegética Española" de 1949

Cae en mis manos una joya: "Zoología cinegética española. Tomo I: Mamíferos (Fauna de caza de pelo)", por Luis Pardo. Librería Internacional de Romo, Madrid, 1949.

Antes de que se me adelante nadie, diré yo el tópico: eran otros tiempos. Pero amigo, estos tiempos acabaron hace apenas 30 años, pues recordemos que la "Ley de alimañas" de 1953, que permitía la caza de toda especie considerada dañina, no se substituyó por una nueva hasta 1973.

Volviendo a lo que nos ocupa, daré primero la información curricular del autor, como se puede consultar en la primera página del libro: Licenciado en Ciencias Naturales, Secretario de la Federación Española de Caza, ex Asesor técnico del I Consejo Superior de Caza y Pesca, ex Redactor Jefe del Boletín de Pesca y Caza de la Dirección General.

La primera sorpresa que me produce es abrir a volapié por la página que presenta la siguiente figura, ver que se refiere al lobo y que habla de provincias fuerte y débilmente infectadas :
¿Se referirá a la sarna? ¿Al quiste hidatídico, quizá? No, se refiere a infectadas de lobos. Esto me disipa rápidamente dudas sobre lo que me espera.
(Para los curiosos, de las provincias en blanco carecía de datos el autor).

Remarcaré que se cita que el lobo produce unas pérdidas anuales de unos 24 millones de pesetas, y no cabe duda de que en tiempos de posguerra el mundo rural no estaba para conservacionismos. El autor también discute si es mejor para su exterminación el rifle, el veneno, el cepo o el lazo. Y termina diciendo que “sólo cuando su número haya decrecido considerablemente y venga a constituir una curiosidad faunística, será el momento, como ahora con el oso, de cuidar que no se extinga completamente.

Desde el punto de vista zoológico, cabe destacar la insistencia del autor, basándose casi siempre, eso sí, en otros autores como Ángel Cabrera, y posiblemente en consecuencia con las modas zoológicas antiguas, de dividir la mayoría de las especies en subespecies o en dos especies: habría Canis lupus signatus y C. l. deitanus; Felis sylvestris y F. s. tartessia; Genetta genetta, G. g. hispanica, G. g. balearica y G. g. rhodanica; o dividir a las comadrejas en Mustela nivalis y una tal Mustela iberica (que parece que era igual pero con los pies blancos), por poner sólo algunos ejemplos.

Estas últimas especies engrosan mi capítulo favorito, que tiene por nombre (por supuesto)
“LAS ALIMAÑAS”:

“Conjuntamente son denominas así una serie de feriecillas de medianas, pequeñas y aun diminutas dimensiones, verdadero azote de la caza menor y de los corrales de cortijos y masías”. Posteriormente se utiliza para denominarlos epítetos como bichos o animalejos.
En este capítulo se enumeran casi todos los mustélidos, junto con la gineta y meloncillo (al que erróneamente se le categoriza como vivérrido), y se incluyen asimismo la ardilla (“de carne excelente, su importancia peletera no es demasiado importante”) y el topo. Cabe destacar algún error de categoría, no achacable a la antigüedad de la obra, como la afirmación de que al meloncillo (al que se da el nombre científico de Mungos ichneumon, ahora Herpestes ichneumon) “rara vez se ve, pero más que por su escasez, por sus costumbre absolutamente nocturnas”. Precisamente el meloncillo es el único carnívoro ibérico de costumbres prácticamente estrictamente diurnas. Y la gente de campo de la época lo sabría tan bien como lo saben ahora.

Otro comentario curioso al respecto de la gineta es aquél que habla sobre “las variaciones que presentan las características manchas que su piel ostenta, cuyo detalle no interesa dar por ser puramente de valor zoológico”… ¡¡Rayos, juraría que el libro se titulaba “Zoología cinegética”!!

La parte dedicada a ungulados no resulta demasiado interesante, pues el punto de vista respecto a ellos no ha cambiado mucho en nuestros días. Quizá el dato más interesante se da al respecto del bucardo, y sería una observación de Cabrera respecto a que en 1907 quedaban 8 ó 9 ejemplares en Ordesa.

Desde el punto de vista peletero, caber destacar que “la piel de lince es muy solicitada en peletería por su escasez, utilizándose principalmente para adornos, sobre todo la región ventral, cuyo pelaje es más blanco y sedoso; la piel entera se emplea también a guisa de alfombra”, mientras que la del pobre gato montés “es menos apreciada… y se usa para la confección de mantas para coche y viaje”. El precio de las pieles era el siguiente: gato montés, 40 pesetas; marta, 700; garduña y nutria, 300; turón, 60; y gineta, 50 pesetas de las antiquísimas. No se da dato sobre el precio de la de lince.

Y desde el punto de vista político, cabe destacar comentarios profusos como los de Guerra de Liberación o nefasta época y funestos tiempos para referirse a la II República, que no entraré a juzgar, pero que me parece que quedan fuera de lugar en un libro con pretensiones científicas.
En conclusión, su lectura ha sido toda una experiencia antropológica, sociológica e histórica, más que zoológica.
Lectura recomendada (de acceso gratuito): Al borde de la extinción. Jiménez y Delibes (editores), 2005.

sábado, 13 de septiembre de 2008

El pollo ha salido del nido

Uno de aquellos pollos de garza imperial que anillamos en S'Albufera ha sido fotografiado, ya crecido, en S'Albufereta, otra zona húmeda protegida de Mallorca.

Aquí, las fotos tomadas por un ornitólogo:



lunes, 8 de septiembre de 2008

¿Hacen trampas los editores?

Recientemente escribí a un editor: habíamos enviado un artículo hacía 3 meses y no teníamos novedades. Antiguamente esto no se consideraba un gran retraso. Hoy en día, con todo el proceso funcionando on-line, sí lo es.
El editor no contesta a mi e-mail, pero a los dos días resulta que tenemos respuesta electrónica a nuestro artículo. Aceptado con cambios menores. Vienen adjuntos, como es lo suyo, los comentarios de los dos revisores (o referees). Uno de ellos hace críticas muy constructivas, y encuentra algún error que ayuda a mejorar el artículo, no hay duda. Los comentarios del segundo referee dicen así:

"The methodology is sound, and the conclusions are justified. I have no significant concerns regarding this work or the manuscript" (La metodología es sólida y las conclusiones son justificadas. No veo problemas significativos en este trabajo o el manuscrito).
Primero pensé: qué referee más vago o más ignorante. No es posible que no tenga ningún comentario.
Ahora me asalta la duda: ¿redactó el propio editor ese comentario para ocultar que el segundo revisor no había mandado sus comentarios en un plazo razonable?
No es una revista cualquiera. Su factor de impacto es 1,9. Pero es que he publicado en otra revista (su editor en jefe es un investigador de prestigio) que ya en dos ocasiones me ha aceptado sendos artículos tal cual los envié, sin cambios (también a un colega al que le recomedé publicar allí- me debe una birra). Y bueno, no existe el paper perfecto y menos en mi caso, así que siempre me queda la duda de si los envía siquiera a revisar.
¿Cuántas trampas se ocultan en el proceso de revisión por pares...?
Imagen de aquí.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Contestando a un referee

PhD Comics es definitivamente genial. Aquí os dejo lo que se debe y no se debe contestar a un referee (el revisor externo de una revista científica):


sábado, 6 de septiembre de 2008

Mapas de ciencia

Leyendo el blog Journalology encuentro un enlace a Worldmapper, página en la que puedes encontrar mapamundis en los que el tamaño del país representa su importancia relativa en diversas categorías (población, riqueza, enfermedades, etc.). Por ejemplo, el número de personas infectadas por tuberculosis en 2004 sería así:

Vemos que la mayor proporción se encuentra en países africanos y asiáticos, pero el tamaño de España y Portugal no es nada despreciable respecto a los países de su entorno.

En su sección de educación aparecen dos mapas relativos a la producción científica:

-Número de artículos por millón de habitantes (datos de 2001):
Aquí, el ranking:

-Evolución del número de papers publicados por millón de habitantes entre 1990 y 2001 (en donde España sale mejor parada):

El ranking:

Es decir, que en España se publicaron en 2001 unos 8500 artículos científicos más que en 1994.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Sobre los autores de un paper


Traducción libre propia:

LA LISTA DE AUTORES: Dando el crédito donde es debido.
El primer autor: Doctorando de último año. Hizo las Figuras.
El segundo autor: Doctorando del laboratorio que no tiene nada que ver con el proyecto, pero que fue incluído porque él/ella se deja caer por las reuniones del grupo (normalmente por la comida).
El tercer autor: Doctorando de primer año, que hizo de hecho los experimentos, realizó los análisis y redactó el artículo entero. Cree que ir de tercer autor es "justo".
El autor del medio: Nombre de autor que nadie lee realmente. Reservado para estudiantes y técnicos.
El penúltimo autor: Ambiguo profesor ayudante o posdoc que instigó el paper.
El último autor: El gran jefe. Ni siquiera se ha leído el paper pero ¡eh!, consiguió los fondos y su famoso nombre hizo que aceptaran el artículo.

Dedicado a mi codirector de tesis, si algún día lee esto...

Visto aquí, original de Phd Comics.

domingo, 31 de agosto de 2008

Oda a la calabaza

Algunos días, me siento junto al huerto y no puedo evitar sentirme así:



("Amanece, que no es poco". José Luis Cuerda, 1988).

domingo, 24 de agosto de 2008

Un problema patológico

Sí, de nuevo sobre periodistas. Leo en El País de hoy, sección de deportes, al respecto del poco éxito de algunas secciones deportivas españolas en estas olimpiadas: "... en el caso de la natación parece que sea un problema patológico".

Del diccionario de la R.A.E.:
patológico, ca.
(Del gr. παθολογικoς).
1. adj. Perteneciente o relativo a la patología.
2. adj. Que se convierte en enfermedad.
¿Querría decir que era un problema crónico, tal vez? Creo que el que tiene un problema patológico es el autor del artículo.

Fuera de programa: en el mismo diario, respecto al accidente de Spanair: "Volar tiene algo de atávico".

Again, del diccionario de la R.A.E.:
atávico: Perteneciente o relativo al atavismo.
atavismo.
(Del lat. atăvus, cuarto abuelo, antepasado).
1. m. Semejanza con los abuelos o antepasados lejanos.
2. m. Tendencia a imitar o a mantener formas de vida, costumbres, etc., arcaicas.
3. m. Biol. Reaparición en los seres vivos de caracteres propios de sus ascendientes más o menos remotos.

¿Volar es atávico? Encender un fuego, cazar un animal... quizá sea atávico, pero ¿volar? ¿Los antepasados de esta periodista eran pterosaurios? ¿O no sabe qué significa atávico, pero lo leyó un día y le pareció una expresión guay?


sábado, 23 de agosto de 2008

Periodistas, ciencia y ¿para qué consultar un libro?

Hace ya 5 ó 6 años escribí una carta al director de El País (que por supuesto no publicaron) pues, en un artículo a doble página central sobre la desgracia que supuso para miles de animales el vertido del Exxon Valdez, el autor del texto evidentemente había tomado un texto anglosajón y lo había fusilado tal cual, sin vergüenza ninguna. No sólo eso, sino que no se había preocupado de consultar el nombre de las especies citadas en castellano, y había traducido los nombres en inglés como Zeus le había dado a entender. Recuerdo vagamente algún ejemplo, como por ejemplo que se hablaba de un "pichón de Guillemot" que, tras investigar brevemente en internet, comprendí que se refería a un tipo de arao, el arao palomo (Cepphus columba), que en inglés se llama Pigeon Guillemot. Este ave no tiene nada que ver con las palomas, a parte de su lejano parecido que dio pie a los naturalistas clásicos a ponerle el apellido de columba. Errores como éste creo que recogí cerca de la docena, además de otros, como el de un pie de foto, que hablaba de focas tratándose de leones marinos.

Hoy he encontrado un caso similar. En las páginas de "ciencia" de elmundo.es se recoge una iniciativa de fotógrafos de naturaleza: http://www.wild-wonders.com. En la noticia, se muestran algunas de las fotografías de esta página web y, por supuesto, el periodista no se ha molestado en traducir correctamente el nombre de las especies fotografiadas (excepto en el caso del jabalí, el oso pardo o la marta, que no tienen gran dificultad). Como ejemplo:

En la foto aparece un pigargo (Haliaetus albicilla), al que se le da el nombre de "águila cola-blanca de mar", que es la traducción literal y desafortunada de "white-tailed sea eagle".
También se habla del "colimbo rojo" (de "red-throated diver"- podría haber sido consecuente y llamarlo "buceador de garganta roja"), que en castellano se llama colimbo chico (Gavia stellata).

Como no sé mucho de plantas, no he pillado ningún gazapo en las fotos de ese tipo, pero juraría que cualquier entendido encontrará varios.

Y una última cosa: ¿podría alguien explicarles que los nombres científicos se escriben entre paréntesis y en cursiva, y no con negrita, entrecomillados, ni subrayados?

lunes, 18 de agosto de 2008

Un pollo de búho chico

La otra noche, cenando en un chalet en Costitx (Mallorca), al ornitológico grupo presente nos amenizó la velada la repetida llamada de un pollo de búho chico (Asio otus), pidiendo el cebo a sus padres.

Aquí, un breve vídeo que le grabó el anfitrión:

martes, 5 de agosto de 2008

De exploradores, pingüinos, lagópodos y vermes

Cuando comencé la lectura de “El peor viaje del mundo”, regalo de la Viajera Involuntaria, no podía esperarme que, muy indirectamente, yo pudiera estar relacionado con la famosa y trágica expedición inglesa al polo Sur dirigida por Scott entre 1910 y 1913.
El autor del libro, Apsley Cherry-Garrard, con 24 años, fue uno de los más jóvenes miembros de aquella expedición.

Apsley Cherry-Garrard

Aunque fue rechazado por dos veces por su miopía, a pesar de haber ofrecido 1000 libras a Scott para gastos de la expedición (este hecho no era insólito, pues estas expediciones, pese a ser británicas, contaban con poca ayuda oficial), fue aceptado en el último momento por la insistencia del jefe científico de la expedición, Edward Wildson, y porque a Scott le impresionó que Cherry cediera las 1000 libras pese a haber sido rechazado. Así que, sin otros estudios que lenguas clásicas e historia moderna cursados en Oxford, fue enrolado en calidad de “zoólogo adjunto” de Wilson.
Cherry-Garrard con uno de los ponys utilizados. El destino de estos ponys fue un tanto aciago: los llevaron hasta donde dieron sus fuerzas, para luego ser sacrificados y convertidos en comida para los perros de trineo.


Cherry volvería vivo del polo tras dos años y medio de indescriptibles esfuerzos en condiciones extremas, pero muy debilitado física y mentalmente, esto último debido a las terribles dudas que le asolaron toda su vida sobre si podrían haber hecho más por salvar la vida del "grupo del polo" (los cinco expedicionarios que murieron tras alcanzar el polo después de Amundsen, incluyendo a Scott y a su protector, Wilson). Fue precisamente la redacción de “El peor viaje del mundo”, relato pormenorizado de aquellos dos años y medio, lo que sacó a Cherry de la depresión y la postración en cama. En este libro se detalla con precisión exhaustiva (la intención del autor, como él mismo afirma en la introducción, es que sirva de guía de viaje a futuros exploradores polares) cada gramo de mantequilla repartido, grado centígrado soportado o milla recorrida, el comportamiento de los perros de trineo, la alimentación de los ponies, la velocidad del viento diaria, la ventaja o desventaja de cierto material para los patines de los trineos, la tienda de campaña o la boca de la chimenea, la idoneidad de una u otra ruta, la ventaja de cierta alimentación frente a otra, y así todos los aspectos de la vida en condiciones antárticas en general, y en las actividades realizadas en aquella expedición en particular.


Llegados a este punto, es importante recalcar que, si bien Amundsen tenía como único objetivo ser el primero en alcanzar el polo Sur, la expedición inglesa tenía fines científicos diversos (zoológicos, meteorológicos, geológicos, …) y la conquista del polo era sólo una de sus metas, aunque quizá la más importante. Por ejemplo, en el diario de Wilson (que como se ha dicho formó parte del grupo del polo y que murió como el resto de sus compañeros) no se hace ninguna referencia al hecho de que los noruegos hubieran llegado antes al polo, lo que demuestra lo poco importante que era para él el hito de ser los primeros en alcanzar el punto más al sur del planeta, en comparación con los objetivos científicos, como veremos más adelante. Scott y Bowers, ambos oficiales británicos, sí muestran cierta desazón en sus diarios, motivada en cierto modo por su orgullo militar.
Rutas de Amundsen y Scott.

Y es que la cantidad de información científica que recogió esta expedición fue inmensa. Poseían estaciones meteorológicas que visitaban a diario, incluso en el invierno austral, para anotar sus registros. Se realizaron pequeñas expediciones a puntos diversos a recoger material geológico (el grupo del polo arrastró hasta el último día 14 kilos de muestras de rocas que habían ido tomando por petición expresa de Wilson). Siempre que podían lanzaban redes de arrastre al mar para obtener y describir especies marinas. Anotaban cualquier observación de ave o mamífero, por nimia que pareciera.

La cabaña en el cabo Evans. En el centro, Cherry-Garrard.


Muchos hombres (científicos algunos, pero también militares o marinos) arriesgaron sus vidas por tomar ciertas muestras o registrar información. Cabe mencionar a este respecto que Cherry critica en el libro que mucha información se recabó más por honor y celo que por espíritu científico, pues muchos de los expedicionarios no eran hombres de ciencia, sino militares o aventureros como él. Y es que la expedición, como se ha dicho, contó con poco apoyo institucional y debía confiar en gente como Cherry (voluntarioso y eficiente pero carente de formación científica) para muchas de las actividades de investigación. El libro recoge interesantes y sorprendentes comentarios sobre comportamiento y enfermedades de focas, pingüinos o aves marinas.
El máximo exponente de este riesgo extremo al que se expusieron aquellos hombres por la ciencia lo constituye el llamado “viaje de invierno”, en el cual Wilson, Cherry y el teniente Bowers recorrieron entre julio y agosto de 1911, en pleno invierno polar, en medio de la oscuridad permanente, entre ventiscas inimaginables y temperaturas de hasta 60 grados bajo cero, los 240 kilómetros (ida y vuelta) necesarios para llegar desde su base en el Cabo Evans hasta el Cabo Crozier, y volver con vida. ¿Y con qué fin? Recoger huevos de pingüino emperador (Aptenodytes forsteri).


Bowers, Wilson y Cherry, preparados para comenzar "el peor viaje del mundo".

Como se relata en el libro, Wilson y compañía soportaron lo insoportable. Su ropa estaba permanentemente húmeda; debían introducirse cada noche en un saco de dormir congelado y descongelarlo con su propio calor, para poder dormir en un saco mojado; tardaban minutos en realizar acciones básicas como atarse las botas, y durante ese tiempo se les congelaban los dedos; sufrieron congelaciones graves, y un frío que no alcanzo a imaginar. La ausencia de gérmenes en el polo les salvó de morir de pulmonía pues todo estaba permanentemente mojado o congelado. Al terrible frío hay que añadir la dificultad de orientarse por un territorio ignoto, permanentemente de noche, y con los medios técnicos de hace 100 años.

Dibujo de Wilson, representando "el peor viaje del mundo".

Cada cierto tiempo debían parar, encender una cerilla y comprobar la brújula. Sólo la suerte les salvó de caer en alguna de las simas y grietas tan frecuentes en la Barrera de hielo por la que caminaban. ¿Y todo esto, por qué? Como se ha dicho, Bowers y Cherry por honor y compañerismo. Wilson, para conseguir lo que en aquel tiempo constituía el grial del zoólogo. Y es que en aquella época se consideraba (incorrectamente) al pingüino emperador el ave más primitiva. Además, y también incorrectamente, se consideraba que la ontogenia reflejaba la filogenia, por lo que un embrión de emperador podía dar luz al eslabón perdido entre las aves y los dinosaurios. Como Wilson había observado en una expedición anterior que en primavera la colonia de emperadores no tenía huevos sino pollos, dedujo que la puesta debía de ser en invierno, como en efecto es. Así que, para conseguir uno de esos preciados huevos, debían visitar el cabo Crozier en invierno. Al final consiguieron cinco huevos, dos de los cuales se les rompieron en el refugio que construyeron en el cabo. Y consiguieron volver con vida al cabo Evans, lo cual no era cuestión baladí. De hecho, la ventisca les arrastró la tienda de campaña que hacía de techo en la cabaña. Si, por puro azar no la hubieran encontrado cuando terminó la ventisca, nunca podrían haber realizado el camino de regreso. Bowers realizó el camino de vuelta con la tienda atada a su persona.
Pingüino emperador
"Foto: © Samuel Blanc / http://www.sblanc.com/"

Los huevos que llevaron sanos y salvos, desgraciadamente, no fueron muy útiles, pues para cuando fueron analizados la teoría sobre la que trabajaba el desaparecido Wilson ya había sido desechada. Por su parte, los dos huevos rotos abandonados en el cabo Crozier, sin embargo, fueron de muchísima utilidad años después como controles en un estudio sobre la presencia de DDT en la Antártica.

Llegados a este punto, el lector se preguntará dónde está mi relación con esta expedición. No, no soy hijo natural de Cherry-Garrard. La razón es la siguiente:
El lagópodo escocés (Lagopus lagopus scoticus; red grouse en inglés) es un ave galliforme de la familia de los tetraónidos, que incluye al urogallo y la perdiz nival, entre otros.

Lagópodo escocés.

Este ave es famosa en el mundo de la ecología porque sus poblaciones sufren ciclos temporales que las lleva en cuatro años de ser extremadamente abundantes a muy escasas, aunque esto varía mucho entre áreas (incluso hay zonas donde no sufren ciclos).



Ciclos anuales del lagópodo escocés en ciertas áreas.



Wilson, eminente zoólogo de su tiempo, fue nombrado en 1905 responsable de la “Grouse Disease Inquiry” y fue él el que descubrió que el causante de la enfermedad del lagópodo la causaba un pequeño verme cecal, el Trichostrongylus tenuis, que paralizaba el tránsito intestinal, matando al ave.
Desde entonces se ha avanzado mucho en la comprensión de cómo se originan los ciclos de abundancia del lagópodo. Existen dos factores (cada uno de ellos defendido a ultranza por una escuela científica) que actualmente se sabe que interactúan para crear estos ciclos: el efecto de los parásitos en la productividad (número de pollos) y la agresividad territorial de los machos. Los años que hay muchos lagópodos, se aumenta la transmisión de parásitos con lo que los años siguientes se produce mayor mortalidad. Pero también aumenta el número de machos y sus disputas territoriales. Tanto las disputas de los machos como altas tasa de parasitación reducen el reclutamiento. Cómo interactúan exactamente sigue siendo objeto de estudio. Por ejemplo, se sabe que altos niveles de testosterona incrementan la intensidad de parasitación un año después, quizá inmunosuprimiendo al ave o quizá alterando su comportamiento y exponiéndola más a ser parasitada. No me extenderé más pues la entrada ya es suficientemente larga.
Perro adiestrado para el censo de lagópodos.

Llegamos aquí a mi lejana relación con Wilson y la Antártica, pues estuve contratado durante 3 meses como field assisstant por un grupo de investigación escocés, capturando y desparasitando experimentalmente lagópodos, censando adultos, nidos y pollos con perros adiestrados y realizando radio-tracking.
Lagópodo capturado, desparasitado y radiomarcado.

No sufrí las condiciones de “El peor viaje del mundo”, pero trabajar de noche (cuando se capturaban los lagópodos) en el invierno escocés tampoco fue moco de pavo.
Información tomada de:
-Cherry-Garrard, Apsley. El peor viaje del mundo. Ediciones B. ISBN 978849678900
-“Edward Wilson of the Antartic”. http://www.edwardawilson.com/
-http://en.wikipedia.org/wiki/Apsley_Cherry-Garrard

Imágenes tomadas de:
-http://en.wikipedia.org/wiki/Emperor_Penguin. El autor original de esta foto es Samuel Blanc.
-http://www.gtc.org.uk

(Excepto las de lagópodos, que son propias).
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